Minirrelato 13

Cada noche hacía lo mismo desde hacía 2 meses. Llegaba a casa después de la universidad, cenaba y duchaba para relajarme y me sentaba en el sofá mientras veía la televisión, pero en realidad no miraba la película, miraba las fotografías de Cristian.

Le conocía porque estábamos en el mismo grupo de amigos y desde el día en que nos presentaron me había fijado en él. Era alto, con el pelo castaño, de piel bronceada y con unos ojos tan azules que cada vez que le miraba creía derretirme…

Me quedaba observando la fotografía horas y horas, mientras no paraba de fantasear con él. Un calor interno me recorría cada vez que memorizaba cada parte de su rostro en la foto. Ese calor me recorría a la vez que paseaba mis manos por todo mi cuerpo.

Estaba tan absorta y tan ardiente que no me percaté de que la puerta de la casa se abría lentamente. Mi compañera de piso había entrado tan sigilosamente que no me percaté de ello hasta que la tuve casi a mi lado. Me sobresalté de tal forma que me pegué un grito.

-Vaya, no sabía que estabas ocupada… -contestó sonriendo de forma pícara.

-Yo… verás es que… -no sabía lo que decir, estaba tan avergonzada que quería que la tierra me tragase.

-Te traigo una sorpresa –añadió alegremente, mientras que detrás de ella apareció Cristian con una sonrisa de oreja a oreja.

Al verle allí creí que mi cuerpo explotaría, no podía creer que estuviera en mi casa y que me hubiera visto en esa situación. Solo deseaba marcharme de allí, estaba segura de que después de aquello, él no querría volver a hablarme. Pero en lugar de apartarse o reírse se acercó aceleradamente a mí y me besó con pasión.

Nunca lo hubiera imaginado. Esa noche fue la mejor de mi vida junto al chico con el que soñaba desde hacía mucho tiempo.

Al día siguiente, mi compañera me contó que Cristian había acudido a ella para que le ayudase a proponerme una cita porque llevaba un tiempo interesado en mi, y no me arrepiento de aquella noche, aunque nunca olvidaré la situación tan cómica y vergonzosa que pasé.